Doña Inés del alma mía… El Ventanuco

1 noviembre 2009 por Francisco Ponce en El Ventanuco, Todos los artículos

La obra – sin dudarlo – a la que José Zorrilla debe su fama es, Don Juan Tenorio (1844) esta pieza teatral española es la más popular y todavía se sigue poniendo en escena todos los años – especialmente la noche del 1 de noviembre – desde su estreno.

El argumento parte de la leyenda de Don Juan, personaje que representa la provocación y la perversidad, pero el protagonista no tiene ese carácter de enfrentamiento entre el ser humano y Dios, sino que representa un pecador libertino y fanfarrón al que el amor puede salvar consiguiendo que en el último momento haga un acto de contrición, se arrepienta de sus pecados y alcance la vida eterna.

En la obra se encuentran diversos efectos apócrifos y sobrenaturales que exaltan la imaginación de los espectadores. Don Juan Tenorio es un típico drama histórico al uso de la época, tal y como lo instituyó el Romanticismo Español. Esta dividido en dos partes de cuatro y tres actos, respectivamente, y en la versificación utiliza principalmente redondillas, quintillas y décimas.

En el drama se mezclan la imaginación y las creencias religiosas. Hay una clara diferenciación entre los dos primeros actos y el último. Zorrilla va escalonando escenas que muestran el perfil irrespetuoso y execrable del personaje, suceden homicidios, crímenes, seducciones, jactancias de la vida, injurias al Comendador y a su propio padre, rapto de una novicia, muerte del Comendador, para volver en la segunda parte a otra historia, pasados unos años, en que su falta de arrepentimiento le lleva a injuriar a los muertos y a organizar el convite ante la estatua del Comendador. La efigie y el cadáver se funden en un solo personaje que tratará de arrastrar a Don Juan a la condenación eterna.

Don Juan y Doña Ines - Escena (caricatura) del Tenorio

Don Juan y Doña Ines - Escena (caricatura) del Tenorio

Sin embargo la leyenda de Don Juan surgió en Europa durante la edad media. En el primer tratamiento literario formal de la historia, «El burlador de Sevilla» y «Convidado de piedra» (1630) de Tirso de Molina. Durante este periodo Don Juan siempre acaba castigado por sus pecados en el infierno; el romanticismo, que se sentía atraído por personajes rebeldes y amantes de la libertad, se fascinó por esta figura, y teoriza sobre si el seductor, que encarna el mal, se siente culpable o no, y si puede salvarse. Fue como hemos dicho, el español José Zorrilla en 1844, el que realiza la versión más conocida de la leyenda y transforma al personaje fanfarrón incrédulo en un héroe simpático que acaba en brazos de su amada.

Fiestas en discotecas

Fiestas en discotecas

Desde unos años a esta parte a ‘nuestro’ Don Juan le ha salido una fuerte competencia con la importación del ‘Halloween’, adueñándose de las gentes que se proclaman progresistas y que tienen a gala ponerse la etiqueta – nefasta etiqueta – de transgresores.

Bastantes centros ecolares han pasado a rendir culto a la calabaza horadada y a una legión de brujas, zombis y monstruos por entender que dan más juego y celebran la fiesta con gran algarabía. También se han sumado algunas discotecas que encuentran con los disfraces un motivo para consagrar una noche monográfica al terror y aumentar sus beneficios en taquilla.

Nuestro Don Juan y Doña Inés languidecen y sus versos y romanticismo ha dejado paso a una  grotesca celebración de importación. ¡Quijotes  permisivos que somos! O quizá tontainas de remate.

«Doña Inés del alma mía, / Luz de donde el sol la toma, / hermosísima paloma / privada de libertad…”