El bohemio es tímido y descarado a la vez – “El Ventanuco”

4 agosto 2014 por Francisco Ponce en El Ventanuco, Todos los artículos

El Ventanuco de Ponce

Desde que Campoamor aplicó el calificativo de “El último bohemio” a Manuel Paso…

En cada época en cada continente y hasta en cada tertulia de mayor o menor importancia literaria suele aparecer un tipo extravagante, absurdo y simpático, al que todos llamamos ‘bohemio’, cuya imaginación cabalga a lomos de ‘Pegaso’ por los cielos violeta y anaranjados, plagado de estrellas por las quimeras contenidas.

Acuarela de pacoponce

Desde que Campoamor aplicó el calificativo de “El último bohemio” a Manuel Paso, se puso de moda, y se utiliza con tanta ligereza como precipitación, acaso pensando que la bohemia, lo que se llama vida bohemia, se pudiese terminar en el tiempo. Cambiaran las formas, no lo sé, pero mientras exista un hombre altivo, soñador, independiente, inquieto, desinteresado e improvisador, habrá un ‘bohemio’ que en constante lucha con su entorno, vivirá sin darle demasiada importancia a casi nada, sin aspirar a un puesto en el escalafón de la sociedad, ni que lo clasifiquen en catalogo alguno. Le bastará vivir con arreglo a sus dictados (Corazón y Conciencia), exento de ambiciones o envidias, viendo pasar el teatro de la vida sin participar como actor destacado, alejado de la mentira de una gloria, que solo es patrimonio de los ignorantes, atrevidos o afortunados.

BohemioEl ‘bohemio’ por serlo, está en el secreto de todo o casi todo y no tiene más ilusión que su trabajo y más  consuelo que la verdad.

Desertor de todas las escuelas y tendencias, de todas las sectas, de todas las doctrinas y de todas las ideas ajenas, no pretende ser nada, sino él mismo. La independencia de su alma es lo único que le obsesiona en este universo, conociendo de antemano que esa independencia  le convertirá en un ser perpetuamente solitario y  pobre, al que no se le tomará en serio y se le etiquetará como ‘extraño’.

El ‘bohemio’ dentro de su aparente insolencia es tímido, introvertido como todos los seres que no están enamorados de sí mismos. Es iconoclasta y sentimental, cree en la desesperanza y en la providencia y  piensa  – con independencia de su edad – que ha vivido mucho o lo suficiente, para saber que en nuestro mundo, nadie es más que lo que los demás quieren que sea.