Dedicado a mis amigos los poetas y quienes lo intentan

8 diciembre 2015 por Francisco Ponce en La columna, Todos los artículos

La Columna periodística de Francisco Ponce

Hace muchos años yo creía que los poetas imaginaban las cosas que decían, que estas no se ajustaban a lo cierto y que por lo general estaban poseídos de excesiva ingenuidad. Me esforzaba en averiguar qué podían decir sobre la vida y la muerte, el amor y el odio, el ayer y el hoy, el ruido o el silencio, el gozo o el llanto.

Como dijo Salomón: “Existe un tiempo para reír y un tiempo para llorar”. Y entre esos dos espacios hay tal cantidad de matices que realmente no se puede decir que perdamos el tiempo en este mundo. El poeta intenta atrapar con afán el momento para escuchar lo que dentro de él, le revela la inspiración, entonces lo transforma en poema que encandila, cautiva, emociona y sobre todo, hace pensar.

La nostalgia también ayuda, pero la verdadera, no esa de aparente retórica. Llorar a moco tendido en el día de mi cumpleaños en medio de familiares y amigos.

Los que te quieren no esperan nada de ti sino que aceptan tu decadencia y la elogian, porque ven más allá de tus propias máscaras. Nostalgia de los arroces que comías de joven. De aquel postre de mazapán con frutas escarchadas. De tus viajes en carro tirado por caballería a través de polvorientos caminos. Del primer dinero que conseguiste trabajando. De aquel primer beso.

Y si capto esos matices, si me doy cuenta del privilegio de echarlos de menos y lo comparo con la indiferencia, con la enemistad, si mido el arraigo con el desarraigo, tal vez pueda escribir un poema. Creo que hoy entiendo a los poetas.