Las flores cantan y hablan – La Columna

20 mayo 2018 por Francisco Ponce en La columna, Todos los artículos

Querido lector-lectora si no ha tenido la oportunidad de ‘arrullarse’ al ritmo de esta popular canción, considérese afortunado, es usted muy joven

La flor de la canelaEsta difundida canción originaria de Perú y compuesta por Isabel ‘Chabuca’ Granda en 1955, se internacionalizó, tras recorrer América, llegó a Europa y con posterioridad dio la vuelta  al mundo y todavía figura como pieza emblemática para los amantes de la melodía y por supuesto reconocida como un orgullo nacional de interpretación obligada en el acervo popular de este país.

Las flores eternamente sirvieron de inspiración a músicos, poetas, escritores, pintores en definitiva a todos los amantes de lo bello.

Existe un lenguaje de las flores que tiene sus orígenes en Oriente y se ha transmitido de generación en generación en sus diferentes culturas, pasando por el Antiguo Egipto, la Edad media, el Renacimiento, hasta el Romanticismo época de su mayor glorificación.

La rosa roja es sinónimo de amor, la amarilla de amistad, la blanca de pureza; la camelia blanca de amistad para siempre, la margarita blanca simboliza inocencia, la gardenia alegría, la flor de azahar castidad, el clavel se relaciona con la distinción y nobleza, el color púrpura es solemne y ostentoso, propio para clérigos y militares una flor adecuada sería, la liantris, orquídeas del phalaennopsis. Personalmente me gusta regalar un ramillete de violetas silvestres, que significa extrema delicadeza.

Muchos nombres propios, provienen de ellas veamos: Begonia, Azucena, Margarita, Rosa entre los más comunes. Sin embargo Jazmín que proviene del árabe-persa (Yacemin) se está popularizando en la actualidad. Narciso y Jacinto, en la mitología griega, fueros dos jóvenes muy bellos que, al morir cuentan que se trasformaron en las flores de sus respectivos nombres.

Todas estas curiosidades, nos deben aproximar a las flores, reproducirlas y cuidarlas, para hacer una naturaleza hermosa y sostenible. El placer de acariciar una flor, contemplarla, impregnarse de su aroma, son deleites para un alma sensitiva.