No permitamos que “Don Juan Tenorio” se apague
31 octubre 2012 por Francisco Ponce en Noticias, Todos los artículosLa leyenda de Don Juan, personaje que representa la provocación y la perversidad, no tiene ese carácter de enfrentamiento entre el ser humano y Dios, sino que personifica un pecador libertino y fanfarrón al que el amor puede salvar consiguiendo que en el último momento haga un acto de contrición, se arrepienta de sus pecados y alcance la vida eterna.
En la obra se encuentran diversos efectos apócrifos y sobrenaturales que exaltan la imaginación de los espectadores. Don Juan Tenorio es un típico drama histórico al uso de la época, tal y como lo instituyó el Romanticismo Español. Está dividido en dos partes de cuatro y tres actos, respectivamente, y en la versificación utiliza principalmente redondillas, quintillas y décimas.
En el drama se mezclan la imaginación y las creencias religiosas. Hay una clara diferenciación entre los dos primeros actos y el último. Zorrilla (quien debe su mayor fama a esta pieza teatral), va escalonando escenas que muestran el perfil irrespetuoso y execrable del personaje, suceden homicidios, crímenes, seducciones, jactancias de la vida, injurias al Comendador y a su propio padre, rapto de una novicia, muerte del Comendador, para volver en la segunda parte a otra historia, pasados unos años, en que su falta de arrepentimiento le lleva a injuriar a los muertos y a organizar el convite ante la estatua del Comendador. La efigie y el cadáver se funden en un solo personaje que tratará de arrastrar a Don Juan a la condenación eterna.
Desde unos años a esta parte a ‘nuestro’ Don Juan le ha salido una fuerte competencia con la importación del ‘Halloween’, adueñándose de las gentes que se proclaman transgresores y que tienen a gala ponerse la etiqueta – nefasta etiqueta – de progresistas.
Algunas discotecas y toda suerte de establecimientos de disfraces y mascaras, encuentran un motivo para consagrar una noche monográfica al terror y aumentar sus beneficios.
Nuestro Don Juan y Doña Inés se apagan, sus versos y romanticismo ha dejado paso a una grotesca celebración de importación. ¡Quijotes permisivos que somos! O quizá tontainas de remate.
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