¿Qué nos ocurre con la fruta? – La columna

3 diciembre 2016 por Francisco Ponce en La columna, Todos los artículos

La Columna (Prensa)

Dibujo-pacoponceRecuerdo a las madres de antaño su tenaz preocupación por que los niños comiéramos fruta, existía una cultura hacia la misma que   convertía su consumo en un rito festivo.

El padre de familia o el abuelo, al finalizar la comida, partía cuidadosamente un melón que repartía en cortadas casi simétricas. Las cenas en verano a orillas del mar mediterráneo se finalizaban con una gorda y roja sandía.

Por el mes de marzo y abril, las fresas y los fresones parecían boyas rojas con puntitos oscuros sumergidos en zumo de naranja valenciana recién exprimida. Había que esperar su temporada, pero melocotones, manzanas, peras, y las carnosas cerezas del Alto Palancia de intenso brillo y color rojo carmesí se hacían presentes en la mesa. También el amarillo y “pecoso” plátano Canario era objeto de elección.

Frutas frescas

Ahora corren otros tiempos, el mayor poder adquisitivo, el ritmo de vida, los múltiples y machacones impactos publicitarios han cambiado los hábitos del postre hasta el punto que, <<los derivados lácteos, la bollería industrial, los helados y otros, han tomado activo protagonismo>>.

En la restauración con cierta frecuencia, se da el caso que cuando terminas de comer y solicitas el postre, de corrido te dan un sinfín de posibilidades en las que se suele omitir la fruta.

Frutas frescas

Será que a la fruta fresca no se le ha sabido atribuir su valor añadido, o que es más “fino” tomar postres muy elaborados con nombres de difícil pronunciación. A uno le gustaría comer fruta pero ¿tienen?, miras a tu alrededor y como en secreto con tono bajo preguntas ¿y fruta?, las respuesta suele ser <<voy a ver qué queda>>, al final se disculpan diciendo, se ha terminado, y te miran como si fueses raro.

Con el presente comentario, sólo pretendo recomendar a las madres de todos los tiempos que utilicen frutas, por salud, calidad de postre, economía, y regalo al paladar.