Santa Eulalia del Campo
10 noviembre 2007 por Francisco Ponce en Santa Eulalia del Campo, Todos los artículosSanta Eulalia (Teruel) muestra con orgullo su Iglesia. En ella se da culto a la Virgen Inmaculada y se le vincula en el aspecto arquitectónico, de estilo gótico-renacentista, al arquitecto Pierres Vedel que intervino en la misma sobre el año 1560.
Esta joya de la arquitectura consta de una nave única de cuatro tramos con testero cuasi-hexagonal, cubierta con bóveda de crucería (ojivas ó nervios) estrellada. La entrada principal nos muestra un gran arco de medio punto. Se trata de una portada clasicista y algunos historiadores opinan que pertenece al mismo maestro que diseñó y realizó la cruz Terminal.
En el ángulo sur-occidental, se alza solemne la torre, que consta de tres cuerpos dos de planta cuadrada realizados en mampostería y el más alto es de planta octogonal sobre ladrillo. Su chapitel es de luciente teja azulada.
Existen documentos donde se relata, que en tiempos la torre o campanario daba albergue a las campanas mayores de nombres: Santa Maria (de un peso de quince quintales), San Abdón y San Senén.
Esta magnifica Iglesia, que te recibe entrando a la localidad, fue distinguida con la nominación de monumento Histórico-Artístico en 1982.
Recientemente en el año 2004 es declarada “Bien de Interés Cultural” lo que la hace emblemática para Santa Eulalia y sus alrededores. Los actos religiosos y el fervor de sus habitantes la nutren de devotas jornadas. A pesar de que es practica habitual en muchos pueblos, llama a curiosidad, que cada semana un equipo de feligreses –en su mayoría señoras- se distribuye la limpieza y conservación del interior de la Basílica. Cada barrio de la localidad tiene asignado un periodo de tiempo para este cometido.
El clima invita a recluirse en casa. Enciendo mi chimenea y al subir al piso superior me detengo en la ventana que muestra un regalo para mi vista, ¡los tejados!
En ocasiones he llegado a pensar que en otra vida, otro universo, fui ‘gato’ quizá por eso me place, pintarlos, fotografiar y admirarlos. La rojiza y gastada tonalidad en sus viejas tejas morunas son como un recuerdo remoto, que me transporta.
Luego ya anochecido me siento en mecedora de ambarina rejilla, junto al ‘fogón’ que deslumbra la oscuridad, da calor y se presta a soñar en sosiego, cosas del alma.
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