Pasión entre sabanas
27 noviembre 2007 por Francisco Ponce en Relatos, Todos los artículosUna suave y húmeda lengua de viento fresco, recorrió todo su cuerpo de ropa desvestido. Se despertó y pudo ver el movimiento de las transparentes cortinas como alas de paloma blanca. El balcón de la terraza entre abierto le saco de su placido reposo.
Una vez más se percató de que estaba en un hotel de alguna ciudad desconocida para ella. Al fondo, una terraza cuya barandilla de hierro forjado y baja altura sujetaba unas jardineras con flores de color rojo sangre. Descubrió que él estaba allí, asomado al pequeño balconcillo, de espaldas y desnudo.
Siempre supo que sería su eterna amante, que el estaba casado, y lo único que le ofrecía eran escapadas de vez en cuando…nada podía esperar y esto la enfurecía.
Quizá era el momento. Con lentitud se deslizó entre las sabanas, descalza, saldría a la terraza, sería suficiente un ligero empujón para precipitarlo al vacío desde la planta veinte de aquel hotel cuyo nombre ni siquiera recordaba.
El resto sería fácil… ¡Resbaló y su corpulencia le impidió guardar el equilibrio!
La blonda de las cortinas acarició su piel, con sutil sigilo avanzó, a cada paso el aire se le hacia más espeso y su corazón latía acelerado, estaba dispuesta a poner fin a esa farsa de años perdidos, limitantes de otras esperanzas. Su mirada se concentró sobre aquella fuerte espalda. Levantó los brazos abriendo las palmas de las manos, un impulso solo uno, pero certero, lo lanzaría al vacío.
Después escucharía el murmullo de la gente en la calle, subirían a darle la mala noticia, ella regresaría al lecho, extenuada, fingiría que dormía.
Súbitamente el se giró y la vio sobre la cama con su delicada ropa interior, desmadejada sobre la marea de sabanas y almohadones revueltos.
Nuria le estaba observando como en sueños, con la mirada vagando en el horizonte de aquellas cuatro paredes. Se acercó para acariciarla. Ella, apenas sintió el calor de sus manos, pestañeó seductora, esbozo una pícara sonrisa al tiempo que deslizo sus redondeadas piernas y con un apasionado suspiro dijo… ‘Te quiero’.
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