De Valencia a Benidorm
17 junio 2007 por Francisco Ponce en El Abrelatas, Recordando, Todos los artículosRecuerdo con nostalgia mis viajes a Benidorm. De allí guardo esta caricatura realizada en el año 1.977 por Zola, un artista de los muchos que con su caballete e indudable arte, proporcionaban un toque bohemio al paseo de poniente, a orillas del mediterráneo.
Joven y con ganas de ‘conectar’ era una localidad mágica. La carretera no era tan buena como hoy ni los coches tan rápidos, pero merecía la pena. Cuantas veces su sol bronceó mi piel. Esos restaurantes a orilla de la playa para tomar un ‘tente en pie’ y regresar a la arena. Esos atardeceres en los que me ponía una camisa colorista y salía a lucirme en otra ‘arena’, la del ambiente nocturno. Fantástico el ‘Pacha’, el ‘Tiburón’ la `Sirenita’… entre otros, donde en cualquier época del año, con mayor acento en el verano, las posibilidades de descubrir nuevos amigos, latía en el aire. Allí aprendí algo de idiomas; se hacia necesario.
Por Semana Santa si querías conocer gente de Madrid, esta ciudad era el lugar ideal. Como diría un joven de hoy ¡Que buen rollito! Se respiraba en las noches santas.
Pienso, que aparte de los otros muchos encantos naturales y lúdicos, que sin dudar tiene la zona, todavía sigue ese ambiente exultante de vida, que recuerdo. Benidorm, es mucho Benidorm.
En mi memoria quedaron prendidas apasionadas vivencias, que con toda probabilidad hoy se me negarían. Los años limitan. Y solo el sol acariciaría mi rostro y mi cuerpo, que pena conformarse solo con el sol. ¡Verdad!
Niceto Alcalá-Zamora decía: “La memoria parece grande por lo que muestra en recuerdos; lo es mucho más por lo que ciertamente esconde”
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