Francisco Ponce Carrasco

Día de la Hamaca o Chinchorro – A TODA COSTA

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Hoy es uno de esos días que parecen diseñados por un poeta perezoso o un genio de las siestas

Se celebra el 22 de julio y es la excusa perfecta para rendir homenaje a ese invento glorioso que nos permite flotar entre dos árboles como si fuéramos una mezcla de yogui, náufrago y turista de catálogo.

Porque, seamos sinceros, la hamaca tiene algo mágico: es el único mueble que parece desafiar la gravedad. Te tumbas y sientes que estás levitando suavemente, como un monje zen en plena meditación caribeña… hasta que decides darte la vuelta. Y ahí es cuando la historia cambia de tono.

¿Quién no ha protagonizado alguna escena digna de comedia al intentar cambiar de postura y terminar catapultado al suelo, enredado como si hubiera peleado con un pulpo?

Las hamacas no perdonan el exceso de confianza. Te abrazan con cariño al principio, pero si te pasas de listo, te enseñan quién manda con una caída digna de circo.

Y ni hablemos del proceso de instalación. Encontrar dos puntos de anclaje sólidos, a la distancia justa, puede convertirse en una peripecia.

Que si ese árbol está torcido, que si el poste se mueve, que si el gancho no aguanta… Cuando por fin lo logras, es como montar una obra de ingeniería: miras tu hamaca colgada y sientes que podrías recibir un diploma honorífico en arquitectura de descanso.

Aun así, vale la pena. Porque pocas cosas igualan la sensación de mecerse con el sonido del viento, el canto de los pájaros, y una bebida fría cerca.

La hamaca no solo es sinónimo de descanso: es una filosofía de vida. Es el arte de no hacer nada… pero hacerlo bien.

Así que hoy, si puedes, toma tu chinchorro, busca tu lugar favorito –ya sea la terraza, el jardín, la playa o incluso entre dos muebles robustos del salón– y celebrarlo con estilo.

No olvides tener un plan B por si acabas en el suelo, pero, sobre todo, ríete. Porque la hamaca puede fallar, pero el humor y el descanso… ¡jamás!

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